Recursos
internos
En el fondo de mi casa hay un cuarto de
herramientas. Tengo allí todas las herramientas que podría necesitar para las
tareas que me enfrento a diario.
¡Es increíble! Hubo una época de mi vida en la
que todavía no había descubierto la existencia de este cuarto del fondo. Yo
creía que en mi casa simplemente no había un lugar para las herramientas. Cada
vez que necesitaba hacer algo tenía que pedir ayuda a alguien o pedir prestada
la herramienta necesaria. Me acuerdo perfectamente el día del descubrimiento:
yo venía pensando que debía tener siempre a mano las herramientas que más usaba
y estaba dispuesto a hacerme de ellas, pero me quedé pensando que antes debía
encontrarles un lugar en mi casa para poder guardarlas. Recordaba con nostalgia
el cuartito de chapa del fondo de la casa de mi abuelo Mauricio y tenía muy
presente mi inquietud de aquel día en que llegué a casa con MI primera
herramienta. Me desesperaba pensar que se me podía perder si no le encontraba
un lugar. Al final, por supuesto, la había apoyado en un estante cualquiera y
todavía recuerdo en los puños la bronca de no encontrarla cuando la necesitaba
y tener que ir a buscarla a las casas de otros como si no la tuviera.
Así fue que salí al fondo pensando en construir
un cuartito pequeño en el rincón izquierdo del jardín. Qué sorpresa fue
encontrarme allí mismo, en el lugar donde yo creía que debía estar mi cuarto de
herramientas, con una construcción bastante más grande de la que yo pensaba
construir. Un cuarto que después descubrí estaba lleno de herramientas.
Ese cuarto del fondo siempre había estado en
ese lugar y, de hecho, sin saber cómo, mis herramientas perdidas estaban ahí
perfectamente ordenadas al lado de otras extrañas que ni sabía para qué servían
y algunas más que había visto usar a otros pero que nunca había aprendido a
manejar.
No sabía todavía lo que fui descubriendo con el
tiempo, que en mi cuarto del fondo están TODAS las herramientas, que todas
están diseñadas como por arte de magia para el tamaño de mis manos y que todas
las casas tienen un cuarto similar.
Claro, nadie puede saber que cuenta con este
recurso si ni siquiera se enteró de que tiene el cuartito; nadie puede usar
efectivamente las herramientas más sofisticadas si nunca se dio el tiempo para
aprender a manejarlas; nadie puede saberse afortunado por este regalo mágico si
prefiere vivir pidiéndole al vecino sus herramientas o disfruta de llorar lo
que dice que a su casa le falta.
Desde el día del descubrimiento no he dejado de
pedir ayuda cada vez que lo necesité, pero la ayuda recibida siempre terminó
siendo el medio necesario para que, más tarde o más temprano, me sorprendiera
encontrando en el fondo mi propia herramienta y aprendiera del otro a usarla
con habilidad.
El
camino de la autodependencia
Jorge
Bucay
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